Hace no demasiado tiempo la administración pública hacía suya la máxima del Despotismo Ilustrado “Gobernar para el pueblo, pero sin el pueblo”. Afortunadamente hemos experimentando avances históricos: tenemos democracia y los ciudadano/as elegimos a nuestros representantes. Además, el estado actual de las tecnologías de la comunicación nos permite avanzar mucho más de manera eficiente y barata.
En el caso del Departamento de Vivienda del Gobierno Vasco, la situación es aún más exigente, puesto que Euskadi tiene transferida la competencia exclusiva en materia de vivienda, es decir, sus decisiones y acciones son completamente ejecutivas e independientes del Estado.
Además Euskadi, en la época del proyecto, era una de las Comunidades Autónomas con el precio más alto de vivienda de España y con un alejamiento progresivo entre los precios de vivienda libre y los máximos que las familias vascas podían asumir en relación a sus ingresos disponibles. (Ratio entre precio medio de vivienda y salario: 7,5 en 2008).
Si bien existía una importante oferta de vivienda protegida, sólo una pequeña parte de ésta se destinaba al alquiler (un 19,2%).
En este orden de cosas, la prioridad absoluta era aplicar a la política de vivienda los principios del buen gobierno en la gestión de lo público, puesto que la vivienda era, y es, una de las principales preocupaciones de la ciudadanía vasca, tan sólo superada por la crisis económica y la violencia.
Sin embargo, cuando decidimos empezar con un proceso de participación ciudadana, las experiencias dentro del Gobierno Vasco habían sido nulas o anecdóticas. Diseñamos el proyecto desde el otro lado, es decir, desde la ciudadanía, desde la posición de las futuras personas participantes. De cómo nos gustaría que la Administración nos hablara y, sobre todo nos escuchara y conversara con la ciudadanía. Debíamos, entonces, poner nuestro foco de atención en CONVERSAR CON LA GENTE: atender, contestar y demostrar que esa conversación produce resultados y que nos comprometemos a ponerlos en marcha aunque no sean de la línea política imperante.
Significaba, por tanto, ser pioneros dentro de la administración vasca en un proyecto que quizá, y eso era lo bueno, podía tensionar la estrategia de vivienda, pero que era un trabajo tremendamente ilusionante y desconocido para nosotros/as.
Volvíamos a experimentar de nuevo, las sensaciones que tuvimos cuando fuimos de los primeros Departamentos en conseguir certificaciones de calidad reconocidas por instituciones independientes como AENOR, o cuando emprendimos caminos tan exigentes como la evaluación de nuestras políticas públicas hace más de una década.
La vivienda exigía medidas innovadoras, transparencia, pluralidad y orientación a la ciudadanía, en un contexto de gran preocupación económica y financiera, y en una Comunidad Autónoma donde los precios eran desorbitados.
Empezaba un viaje que no sabíamos a dónde nos llevaba, pero que, afortunadamente tenía el respaldo de todo el staff político del Departamento de Vivienda y Presidencia (desde el comienzo, nos eligieron como proyecto pionero ejemplarizante para el resto de Departamentos del Gobierno Vasco).
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